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La Condición Humana

Estar conviviendo en una habitación en camas dobles, seis personas, con las ventanas estrictamente, radicalmente cerradas, con el radiador a full, debe ser el karma que estoy pagando. Hasta ahora es solo una idea, que se puede transformar en realidad esta noche, so pena -si abro la ventana- de entrar en un nuevo conflicto que, pensaba, ya lo había superado. Tanto Jorge como El Charlas (porque habla cuando duerme), como Rubén (El Guitarras) y El de la Ciática (quien acaba de salir de la cárcel, eso me lo ha dicho él mismo), españoles todos, en algún momento me han indicado como el troublemaker, el hacedor de los problemas cuando, en concreto, lo único que reivindico es que la ventana semiabierta sea un contrapeso al intenso calor que despide el radiador y, de alguna manera, mitigar esa sensación de agobio y malestar que provocan los olores y los humores (humedad corporal) que despedimos los seres humanos, cuando dormimos. Claro que entra fresco a veces y eso se puede expandir hacia el fondo y, ciertamente, alguien sentirá frío. Y, si estoy conciente de esto, cierro un poco más la ventana -que está con las persianas bajas- y, pienso yo, problema solucionado.


No, este sigue ahí. Que alguien se queje de que la ventana esté abierta o semiabierta es una constante desde aquel 22 de diciembre, fecha en que vine aquí con mucha ilusión, porque pensaba que estaría mejor que en el Albergue de Cuatro Vientos. Fue eso lo que me ha prometido Sofia, la trabajadora social que gestiona -junto a un equipo de profesionales- nuestros traslados a diferentes conjuntos habitacionales con el objetivo de ayudarnos a salir del pozo de la indigencia. Este hospedaje es bonito; el edificio sólo tiene diez años y cuenta con las comodidades elementales para sobrellevar una estancia temporal. El problema somos los seres humanos, la condición humana.   


Esta mañana El Charlas se queja porque no ha dormido bien y que la razón fue porque la ventana estaba abierta. Inmediatamente es secundado por Jorge quien me acusa de que yo me ocupo de los demás y me señala dos incidentes específicos: aquella vez cuando le había preguntado de una forma casual que “tú no irás a fumar aquí adentro, ah?”, cuando le ví liando un cigarrillo. Esto le hizo reaccionar de una forma inexplicablemente agresiva. Luego, el otro incidente, cuando el domingo pasado le había preguntado si la bolsa de plástico sobre la cama de El de la Ciática, era suya. Aquella pregunta fue hecha en un contexto: soy yo quien normalmente limpia la habitación y, lo hago a fondo, es decir, saco todos los objetos, las bolsas y los zapatos de debajo de las camas y, al terminar la limpieza, los vuelvo a colocar en sus respectivos lugares. La bolsa de plástico sobre la cama de El de la Ciática no recuerdo que estaba ahí. “Por qué tú debes ocuparte de las cosas de los demás!”, reaccionó. Creo que Jorge quiere que salga de la habitación, me lo dijo directamente esta mañana temprano. Y, creo, esto es para que tenga él y los demás,  la libertad de fumar en la habitación. Creo que me ven como un obstáculo para hacer sus cosas, me ven como un troublemaker, un chivato.


Hoy me he quedado prácticamente todo el día en la habitación, intentando dormir de día y venir esta noche a la habitación solo cuando esté verdaderamente cansado. He rezado hoy, pidiendo a Dios que me ayude a hallar el camino para solventar este nuevo episodio con silencio, entereza y humildad. Casi al mediodía, recibo el llamado de Sofía quien me dice que me mude esta tarde a otro hospedaje, en Usera. Y me alegro muchísimo. Ya estoy celebrando que usaré una vez más mi derecho a la huída; que no me encontraré nunca más con mis acosadores. Y que, a partir de ahora, pase lo que pase, no deliberare mis ideas a nadie, no hablaré más de la cuenta a nadie, filtrare mis emociones al máximo y procuraré no exponerme a situaciones de abuso, especialmente en estos centros habitacionales donde se concentran, durante el invierno, personas de diversas sensibilidades y formas de reaccionar.


Ya estaba por coger mis cosas y empezar la mudanza cuando vuelvo a recibir el llamado de Sofía. “Malas noticias, Omar. No hay habitaciones disponibles en el centro de Usera, por el momento. Debemos seguir esperando. Mañana estaré por ahí y hablaremos”.

Voy hacía la entrada del edificio. Alguien va mudándose a un centro de este tipo ubicado en Chueca. Hay que seguir esperando. Hay que seguir esperando. Esperar, abonar expectativas, es el origen del sufrimiento.

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