En algún lugar del Báltico, hoy, 9 de Febrero de 2018. Estamos, Nadia y yo, frente a una locutora de Radio local de un pequeño pueblo al sur de Riga. Afuera, la nieve acumulada tras los ventanales del edificio transmiten una sensación de paz. Normalmente, un estudio de Radio no posee ventanales al exterior pero ésta sí las tiene y resulta agradable que así sea. Son las diez de la mañana y da la impresión que en todo el pueblo no hay nadie. Apenas termina la tanda publicitaria cuando Olga se dirige a nosotros con una cálida sonrisa y, nos presenta como los aventureros, los caballeros de las carreteras.
“Los caballeros del Tiempo Presente”, le interrumpo. Inmediatamente se inclina hacia mí y me pregunta: “Como es eso ?”
“Sí”, digo con serenidad pero con firmeza. “Nos llamamos a nosotros mismos Los Caballeros del Tiempo Presente porque la dinámica de nuestras acciones se ubican en este tiempo y no en otro. No en el pasado, no en el futuro. No es que no nos importara ambas dimensiones o que nunca pensamos en aquellas cosas que pasaron y que pasarán, no. Actuamos en tiempo presente porque hace un año, hace un año exactamente ha pasado algo extraordinario, que Nadia se encargará de explicar, cuya consecuencia ha sido el cambio radical de nuestra forma de pensar y actuar. Hemos concluido que ya no hay marcha atrás y así va a ser hasta el dia de nuestra muerte”
Olga, la locutora parecía no diluir completamente este concepto, el del tiempo presente. De pronto el silencio se extiende por unos tres o cuatro segundos. Vuelve lentamente a recomponer su postura y mira fijamente a Nadia, como si le invitara a hablar.
“Fue algo extraordinario, un milagro”, empieza a decir ella. Coge el vaso de agua y bebe un sorbo. Asume una postura corporal recta, ya que tiende -tendemos- a jorobarse al sentarse durante un larga conversación y, empieza su relato. “A mediados del año pasado estaba yo postrada en mi cama sin ánimo de hacer nada. Parecía que no había un sólo mecanismo ni moral ni espiritual ni emocional que pudiera revertir mi situación. Entonces, en medio de la penumbra, se me apareció una luz. Pensé que se trataba de una alucinación causada por el tipo de música que estaba oyendo, una música suave. En realidad, no puedo describir aquello. Recuerdo que había una luz, una luz que albergaba mis sentimientos, pensamientos y acciones con suavidad y armonía. Fuí envuelta por algo muy cómodo que me dió una felicidad genuina, única. Sin duda, una dimensión que no conocía hasta entonces. Aquello duró quizás unos diez segundos. En ese transcurso me pareció oír una voz que me decía: “Nadia, levántate y haz las cosas que siempre has querido hacer. Sin excusas y sin condicionamientos”.
“Qué pasó luego de ese trance”, le preguntó Olga.
“Pues lo que ha pasado desde ese entonces fue que me levanté de la cama”, le responde Nadia, “y todo lo que no me daban ganas de hacer, como hacer ejercicios y andar en bicicleta o, simplemente salir a caminar en la calle, lo quería hacer sin pensar en el sacrificio que todo eso acarrea. Me sentí una nueva mujer, con absoluta conciencia del tiempo presente. Eso fue todo”.
“Y, cómo te encuentras hoy, después de ese milagro ?”
“Exactamente la misma que surgió aquel día. Es mas, mi motivación ha ido creciendo todos los días.”
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