Poco a poco estoy avistando una salida a este túnel de transicion en que se ha convertido Montreal para mí, estos meses. La primavera está aquí y, con ella, un plan. Escribir mi propio guión siempre me pareció dificil con la excusa de que todo ya está escrito, firmado y sellado. Incluso llegué a pensar que nuestros pasos ya fueron andados antes de andar. Por cierto, una de mis citas favoritas se desprenden de un salmo, el 23:
Dios es mi pastor
nada me falta.
En verdes praderas
me hará descansar.
Los destellos del destino nuestro está sobre la superficie de agua que ondula suavemente, movida por la brisa. Solo había que dejarse arrastrar, dejarse llevar como una hoja en medio del silencio y la soledad. Pero no. Como somos expertos en complicarlo todo, en tratar de ganar una orilla u otra constantemente, chocamos contra la pared de la realidad, una y otra vez. El destino se manifiesta a traves de pequeños y grandes eventos pero no vemos, no escarmentamos. Insistimos que aprendemos de nuestros propios errores cuando materialmente la rueda del círculo se reproduce hasta el infinito.
El destino es, efectivamente, una gran eventualidad, no una gran casualidad. Yo no he nacido por casualidad en el lugar donde nací. Y todos esos acontecimientos que han pasado a lo largo y ancho de mis 54 años cumplidos, ese tobogán que constituye mi vida como sobreviviente, me guste o no, estan ahí por una razón.
Tú eres una criatura del universo,
no menos que los árboles y las estrellas,
tienes derecho a existir,
y sea que te resulte claro o no,
indudablemente el universo marcha como debiera.
Me llegaron a insinuar de irresponsable, repetitivo y comodista al adjudicarme al destino como mi derrotero, de tomarme al pie de la letra esto de dejarse llevar por la corriente. Hete aquí mi incapacidad de organizacion personal, de construir un plan, de desarrollar un proyecto, de ser adulto. Todo lo dejo en manos del destino. Pasa algo bueno, el destino. Pasa algo malo, el destino. No pasa nada; eso no existe. Siempre pasa algo. Siempre. El destino es mi verde pradera donde me veo descansar. Donde me lavo las manos. Donde justifico todas mis irresponsabilidades.
Porque, cómo torcer los designios del destino sin la sensación de que es otro intento de trazar un atajo para llegar a esta o aquella orilla ? El dilema es o soy listo o soy irresponsable. Prefiero ser irresponsable.
Comentarios